
Muchas veces, como autores, cuando narramos cosas cotidianas, nos encontramos ante la duda del lector acerca si lo escrito es algo que hemos vivido. Las preguntas ¿a vos te pasó? ¿es un hecho real?, surgen en algún momento o flotan en el aire, sin que nadie se anime a ponerlas en palabras. Pero ¿puede suceder que autor y narrador seamos uno indivisible? ¿O siempre hay una distancia entre nosotros?
Autor ≠ Narrador
Es importante tener siempre en claro, sobre todo cuando empezamos a escribir, que el narrador, no es el autor, no es quien cuenta la historia. Por más que quien escriba la historia lo esté haciendo en primera persona, por más que sea una autobiografía (por hablar de un escrito en el cual pareciera no haber una distancia entre uno y otro), la voz del narrador siempre es distinta a la voz del autor. ¿Cómo es esto posible? Gracias a la intervención del autor.
Nuestro trabajo como autores es crear un narrador verosímil que tenga voz propia y se diferencie de nosotros los autores. Esta diferenciación nos es más sencilla cuando la narración está a cargo de uno o varios de los personajes, el desafío es encontrar como autores esa voz narrativa en relatos más cercanos como lo son la autoficción o la autobiografía.
Desde nuestro punto de vista, narrador y personajes son esencialmente “seres de papel”; el autor (material) de un relato no puede confundirse con el narrador del relato; ya que los signos del narrador están dentro del relato y los del autor por fuera.
Roland Barthes, Introducción al análisis estructural de los relatos.
¿Cómo elegir EL NARRADOR de la historia?

Elegir quien le va a dar voz a un relato es, sin duda, una de las decisiones trascendentales a la hora de empezar a escribir. El narrador que elijamos va a afectar la forma en la que se presente la historia, así como la conexión que los lectores tengan con la misma.
A grandes rasgos podemos decir que tenemos tres tipos de narradores:
- Narrador en primera persona,
- Narrador en segunda persona,
- Narrador en tercera persona.
Si lo que buscamos como autores es que el lector se conecte con la historia de una manera profunda y emocional, la opción más acertada sería la de utilizar un narrador en primera persona. Este tipo de narrador, que cuenta la historia desde su propia voz, desde el “yo”, le permite al lector ver el mundo a través de sus ojos, entrar en su subjetividad y sentir sus emociones de manera directa. Aunque, cabe aclarar, este narrador está limitado a lo que el personaje experimenta, percibe y conoce.
Muchas veces, cuando el almacén está vacío y sólo se escucha el zumbido de las moscas, me acuerdo del muchacho aquel que nunca supimos cómo se llamaba y que nadie en el pueblo volvió a mencionar.
Guillermo Martinez, Infierno Grande.
Por el contrario, si lo que se busca como autor es que el narrador ofrezca una visión objetiva y muchas veces omnisciente (conocedora de todo) de la historia, es apropiado elegir un narrador en tercera persona. Este tipo de narrador, si bien establece una distancia con el lector, es capaz de proporcionarle toda la información pasada, presente y futura, porque tiene acceso, incluso, a lo que los personajes no conocen. Esta elección de narrador suele ser la ideal cuando se trata de historias con mucha cantidad de personajes o muy complejas.
Desde entonces no pudo dormir bien. Lo atormentaba la inmensa desolación con que el muerto lo había mirado desde la lluvia, la honda nostalgia con que añoraba a los vivos, la ansiedad con que registraba la casa buscando el agua para mojar su tapón de esparto. «Debe estar sufriendo mucho», le decía a Úrsula. «Se ve que está muy solo.»
Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad.
¿Qué pasa cuando, como autores, queremos que el narrador involucre directamente al lector en la historia? Cuando lo que buscamos es interpelar al lector a ser parte de la narración, el narrador de nuestra historia debe ser un narrador en segunda persona. Este tipo de relato le habla al lector cómo si este estuviera dentro de la historia, como si participara de ella como un personaje más. Si bien este enfoque puede ser muy inmersivo y generar una relación muy personal entre el lector y el relato, es bastante complejo de utilizar. La segunda persona es una voz difícil de usar y de sostener correctamente y, puede ser, que le genere cierta incomodidad y desconexión al lector.
Tu mano aprieta el vaso. Espero que digas algo. Espero que me digas que me quieres, aun cuando yo no te amo. Eso restauraría el equilibrio. Si tengo que cargar con la criatura, lo menos que puedes hacer es quererme.
Claire Keegan, Nombre raro para un niño.
La elección del tipo de narrador es crítica en el proceso de escritura. Para dar con el narrador correcto de cada historia, no solo debemos tener en claro ¿qué queremos contar?, sino también ¿quién es nuestro lector ideal?, así como ¿cuál es el tono de nuestro relato? Y ¿qué efecto emocional queremos lograr en el lector?
Un lindo ejercicio para empezar a trabajar con narradores es pensar en una historia simple (algo no muy largo) y narrarla en primera persona, para luego pasarla a segunda persona y por último a tercera persona. ¿Para qué sirve este ejercicio? Para explorar qué narrador te resulta más cómodo de escribir y para ir descubriendo, más allá de la teoría, los beneficios y las falencias de cada tipo de narrador.
¿Te animás? Si querés compartirme tu escrito, te invito a enviármelo por mail a hablemos@mivozentinta.com
¡Buena escritura!