En el mes de los enamorados, hablemos de: la novela romántica, un género discutido sin dudas. Muchas veces consumido y negado e, incluso, escrito bajo pseudónimo por algunos escritores, la novela romántica puede resultar controversial. Pero, sin dudas, es un éxito asegurado cuando va de la mano de una buena escritura.
La novela romántica, a pesar de su popularidad y éxito continuo, ha enfrentado una serie de estereotipos negativos y prejuicios a lo largo del tiempo. Entre ellos, los más comunes son su desvalorización por ser considerada:
- Una literatura ligera o poco seria.
- Un cúmulo de historias superficiales y de poca profundidad.
- Una lectura solo para mujeres (género “rosa”).
- Un saco de ideales románticos no realistas.
- Un género carente de diversidad sexual, etnia y/o raza.
El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro, es como si tuviera palabras como dedos, o dedos en mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo.
Roland Barthes, Fragmentos del discurso amoroso.
Sin embargo, más allá de que alguna literatura del género romántico pueda caer en este tipo de estereotipos negativos, las novelas románticas son mucho más que historias “rosa” que habla sobre relaciones imposibles que se tornan perfectas e infalibles, y terminan con un “y vivieron juntos y felices para siempre”.
Las novelas románticas ofrecen una experiencia única, al permitirle al lector sumergirse en las complejidades del amor y de las relaciones humanas. Este género se destaca por su habilidad para crear conexiones emocionales profundas entre los personajes y los lectores. En muchas ocasiones las situaciones románticas retratadas en estas historias atraviesan al lector de una forma tan profunda, que la historia de amor y sus personajes, con sus complejidades, defectos y virtudes, resuenan en él para siempre.
Desde Romeo y Julieta de Shakespeare, pasando por El amor en los tiempos del cólera de García Márquez, Cómo agua para chocolates de Laura Esquivel y Ana Karenina de Liev Tolstói, hasta De amor y de Sombra de Isabel Allende y En los zapatos de Valeria de Elizabet Benavent, la novela romántica ha pasado por millones de escenarios (desde históricos, hasta fantásticos y distópicos) y ha plasmado el amor en las más diversas formas, variedades y colores.
¿Cómo escribir una novela romántica sin caer en un cliché?
Una de las fortalezas del género romántico es su versatilidad, ya que permite al escritor situarse tanto en los salones de baile del siglo XIX, como en los modernos rascacielos de Dubái. Es por esto que el género ofrece una amplia variedad de escenarios que satisfacen los gustos de una audiencia diversa. Lo importante al escribir género romántico es evitar caer en los estereotipos negativos asociados con la novela “rosa”, aplicando en la escritura un enfoque consciente y reflexivo. Algunos tips para lograr una escritura que salga de lo trillado en novela romántica son:
- Desarrollar personajes tridimensionales, evitando el uso de arquetipos tradicionales puros (el príncipe azul que rescata a la desvalida damisela), creando personajes realistas y multifacéticos que tengan tanto fortalezas como debilidades.
- Explorar temas relevantes y profundos, no solo quedarse en la historia de amor, sino que ésta sea la excusa para que el lector se encuentre con subtramas que lo atrapen y lo lleven hacia temas sociales, culturales y morales complejos que le dejen, más allá de la historia de amor, algo en qué pensar.
- Evitar las historias trilladas, no caer en “lugares comunes” (la pobre chica que encuentra en el joven, apuesto y encantador muchacho rico a su único y verdadero amor) e incluir en el género la diversidad del mundo real, trayendo a la vida relaciones interraciales, interétnicas y de diversas orientaciones sexuales.
- No forzar a los protagonistas a un final feliz. Así como en la vida, a veces el final de los protagonistas no está ligado a una vida en pareja. Es importante confiar en la intuición de escritor y no forzar a que una relación se concrete si los protagonistas pueden tener una vida mejor cada uno por su cuenta. No todas las historias de amor memorables terminan con un “juntos para siempre”.
En conclusión, desafiando los estereotipos y rompiendo con ellos (siempre que sea necesario), la novela romántica ofrece una representación más rica y auténtica de las relaciones. Tal vez, al continuar escribiendo novelas “rosa” que tengan profundidad y generen una gran empatía en los lectores (al verse ellos reflejados en su trama), se llegue algún día a romper con el estereotipo negativo que marca al género como una literatura solo para mujeres, por la falsa creencia de considerarlo ligero, pasatista y sin sustento.
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